14 de septiembre de 2010

Príncipe pragmático


De aquéllas cosas por las cuales los hombres, especialmente los príncipes, son alabados o censurados.

...porque hay tanta diferencia entre como se vive y como se debería vivir, que aquél que deja lo que se hace por lo que debería hacerse marcha a su ruina en vez de beneficiarse; pues un hombre que en todas partes quiera hacer profesión de bueno es inevitable que se pierda entre tantos que no lo son. Por lo cual es necesario que todo príncipe que quiera mantenerse aprenda a no ser bueno, y a practicarlo o no de acuerdo con la necesidad.
Nicolás Maquiavelo, El Príncipe XV.

5 de septiembre de 2010

La Hermandad

- Habréis oído rumores sobre la existencia de la Hermandad. Supongo que la habréis imaginado a vuestra manera. Seguramente creeréis que se trata de un mundo subterráneo de conspiradores que se reúnen en sótanos, que escriben mensajes sobre los muros y se reconocen unos a otros por señales secretas, palabras misteriosas o movimientos especiales de las manos. Nada de eso. Los miembros de la Hermandad no tienen modo alguno de reconocerse entre ellos y es imposible que ninguno de los miembros llegue a individualizar sino a muy contados de sus afiliados. El propio Goldstein, si cayera en manos de la Policia del Pensamiento, no podría dar una lista completa de afiliados ni información alguna que les sirviera para hacer el servicio. En realidad, no hay tal lista. La Hermandad no puede ser barrida porque no es una organización en el sentido corriente de la palabra. Nada mantiene su cohesión a no ser la idea de que es indestructible.
G. Orwell, 1984

24 de julio de 2010

Espera


Respiración contenida para hacer el silencio, cuando el arma es el sigilo. La mayoría ya no ronda, convencida de que nada se oculta tras el muro. Los más tenaces, muy pocos, aún merodean. Son supervivientes, buscan un oasis en el páramo. Quizá sea un espejismo, pero... ¿acaso importa? Es sin duda sinónimo de esperanza.

Lector paciente, no estás solo.
  

   
espera.
1. f. Acción y efecto de esperar.
3. f. Calma, paciencia, facultad de saberse contener y de no proceder sin reflexión. Tener espera. Ser hombre de espera.
4. f. Puesto para cazar esperando a que la caza acuda espontáneamente o sin ojeo.

12 de mayo de 2010

N. del A.

Estimadas lectoras:

Sigo vivo.
Disculpen las molestias.
Permanezcan en sintonía.

27 de abril de 2010

Meiyo

De nada sirve tratar de engañarse, decidir basándose en las expectativas de terceros es un error. No es posible contentar a todos. Los intereses de unos y otros entrarán en conflicto tarde o temprano. No queda sino emular al gran Alejandro ante el nudo gordiano.

Es probable que el lector ingenuo trate en un principio de encontrar, desesperado, una solución de compromiso, pero eso únicamente decepcionará a las partes. Acéptese entonces que sólo el propio criterio, cuando es consecuente, puede conducir a una conducta coherente. A mantener la cordura. Aunque el resto del mundo no alcance a entender las reglas.

No se trata de contentar al vecino, al amigo o al hermano.
Tampoco de acatar, o aceptar como dogma, la convención social.
Buscar la aprobación del entorno no es honorable.

Meiyo implica ser consecuente, tomar decisiones -aún aquéllas dolorosas- y asumir las consecuencias. Vivir.

Meiyo (Honor)
El auténtico samurai solo tiene un juez de su propio honor, y es él mismo. Las decisiones que tomas y cómo las llevas a cabo son un reflejo de quién eres en realidad. No puedes ocultarte de ti mismo.

18 de abril de 2010

Pretexto

pretexto.
(Del lat. praetextus).
1. m. Motivo o causa simulada o aparente que se alega para hacer algo o para excusarse de no haberlo ejecutado.

"Cualquier pretexto es bueno para eximir a la inteligencia de la penosa y comprometida función de juzgar; penosa porque es esfuerzo, y comprometida porque la opinión propia, si es libre y expresa, puede ahuyentar a una clientela, o enojar al patrón, o frustrar la esperanza de un destino de seis mil reales."
¡Todavía el 98! Manuel Azaña
[respecto a las valoraciones literarias]

13 de abril de 2010

iuris "ad hoc"

Asistimos esta semana a uno de los más deprimentes ejemplos de estupidez colectiva que pueden recordarse en los últimos años. Cegados por su sed de "justicia", víctimas de la histeria colectiva, la horda infectada clama contra el poder Judicial. ¿El motivo? ¿denunciar su cuasi-inherente lentitud e ineficacia? No. La plebe se alza en armas tras ser admitidas a trámite 3 querellas que implican imputar por prevaricación a uno de los Iconos de la tribu: Garzón.

Nótese que hablamos de mera imputación, que no de sentencia o condena, lo que puede traducirse como que, según el rebaño de borregos, hay personas que no pueden ser imputadas por ningún delito merced a su intachable trayectoria previa. Hasta ahora, un ciudadano podía denunciar cualquier hecho que considerase delito y la Justicia se encargaba de decidir al respecto. Ahora no. Determinadas personas no pueden ser denunciadas, imputadas o juzgadas. Y esta idea se defiende, como es habitual, en nombre de la democracia. Quienes se permitan defender la igualdad ante la Ley de todos los ciudadanos no son más que unos franquistas nostálgicos y/o herederos del antiguo régimen. Sólo un fascista puede atreverse a imputar o juzgar a los nuestros. Los nuestros no cometen delitos. Y de hacerlo, es siempre por una buena causa. Una de nuestras causas. Así de simple.

Estos "demócratas" esperan que, cuando conviene a sus intereses, la venda caiga de los ojos de la Justicia. No lo considere el lector injusticia, sino más bien... justicia selectiva.

Y seguirán balando...

Hay que ser gilipollas.

2 de abril de 2010

Héroe reversible

El 2 de Agosto de 2008, nació un héroe. El personaje anónimo salió en defensa de una mujer agredida y tornó en celebridad al terminar en coma. Nobles y plebeyos admiraron entonces públicamente su hazaña, alabando generosos su valentía y virtud. Y no hubo rincón en el Reino que no conociese de su gesta y amargo final. Durante meses, la plebe lamentó la suerte del paladín, maldiciendo a los hados por depararle tan injusto destino. Así sufría el vulgo en eternos días de incertidumbre, temeroso de un trágico desenlace, implorando a los Dioses por la vida del campeón. Y en su magnanimidad, éstos se conmovieron hasta atender sus plegarias. Se obró el milagro. Despertó el héroe de su letargo y todos se regocijaron. Hubo festejos donde le agasajaron, regalándole palabras afectuosas y amables. Le ordenaron caballero y le fueron rendidos mil honores. Y así, regresaron al quehacer cotidiano. Y vivieron felices...

Hasta que un día, cuestionó el dogma y se acabó el cuento. El otrora icono de la lucha contra la violencia de género, vivo ejemplo de civismo democrático para niños y niñas, consideró un fraude la aprobación por consenso de la Constitución. Un apaño entre miembros de la Casta, un enjuague carente de legitimidad. Falsa democracia. Y se permitió además arremeter contra parte del espectro político, recordando indignidades de antaño.

Y entonces, el héroe fue repudiado. La grey recordó que, en realidad, sus hazañas no fueron tales, ni tanta su virtud. Al azar o el destino se debía su escaso mérito. No quedaba ya caballero sin tacha, sino vulgar maleante. Inocentes y sutiles rumores parecían revelar su auténtico rostro: el paladín era un rufián. Algunos clamaron por su destierro. Los más, exigieron la restitución de todo reconocimiento o presente. Y al tratar de explicarse, una lluvia de desperdicios mancilló para siempre su armadura. Así perdió nuestro héroe el favor del pueblo. Así descubrió el precio de encarnar un ideal.