4 de enero de 2010

Defensa

defensa.
(Del lat. defēnsa).
1. f. Acción y efecto de defender o defenderse.
2. f. Arma, instrumento u otra cosa con que alguien se defiende en un peligro.
3. f. Amparo, protección, socorro.
4. f. Obra de fortificación que sirve para defender una plaza, un campamento, etc.
6. f. Mecanismo natural por el que un organismo se protege de agresiones externas.

Pudiera parecer al lector ingenuo que defender una posición fortificada no es, a priori, la más valerosa forma de combate. A pesar de que los habitantes de Numancia, Masada o Zaragoza, por ejemplo, se encargaron hace tiempo de demostrar lo erróneo de la idea [1], los más contaminados por la cultura contemporánea cinematografía norteamericana pensarán que atacar abiertamente al enemigo, a ser posible en circunstancias de manifiesta inferioridad, es sin duda mucho más admirable y digno de alabanza [2]. Responder a la situación de desventaja con una maniobra ofensiva se asocia normalmente al heroísmo y demás conceptos positivos, mientras que decantarse por una estrategia defensiva puede relacionarse de forma errónea con cobardía y falta de coraje. Resulta cuando menos llamativo encontrar estas diferencias en la percepción de los conceptos ataque-defensa en una sociedad que promueve explícitamente la pasividad no-beligerancia y condena, teóricamente, cualquier actitud belicosa.

En cualquier caso, este tipo de valoraciones carecen de base objetiva dado que, a lo largo de la Historia, se han producido humillantes derrotas del atacante consecuencia no sólo de brillantes acciones defensivas [3] sino también de desastrosos movimientos ofensivos [4]. Además, esta forma de pensamiento resulta doblemente paradójica puesto que defender suele ser normalmente la única opción racional ante unas condiciones desfavorables [5]. Por tanto, desde un punto de vista pragmático es absurdo discutir sobre la hipotética superioridad de una u otra forma de combate: el objetivo debe ser decidir cuándo utilizar cada una de ellas. El mérito se encuentra en la capacidad de analizar cuidadosamente todas las respuestas posibles para elegir la óptima o más adecuada según el contexto.

¿Defensa? Claro.

Desde aquí pueden oirse alaridos inanes.

Son las voces de los necios.

Pronto llegarán los primeros.

Espero.



Ilustración de Robin de Goede

[1] A pesar de su trágico final, convendrá el lector que la valentía de los defensores en estos tres asedios queda fuera de toda duda y no puede cuestionarse. Véase también la nota [3].

[2] Sirvan como ejemplo las muy emotivas aunque absurdas cargas de caballería mostradas en El Último Samurái o El Señor de los Anillos: El Retorno del Rey.

[3] Defensas exitosas y excepcionalmente meritorias, como las llevadas a cabo por Cayo Julio César en Alesia o D. Blas de Lezo en Cartagena de Indias, merecerán mención expresa en un futuro.

[4] Resulta inevitable hacer referencia a la Batalla de Balaklava, cita especialmente adecuada considerando su similitud con los ejemplos de la nota [2]. Nótese además la enorme influencia que la versión cinematográfica de este hecho histórico, un auténtico clásico, ha ejercido en la historia del cine.

[5] Consulte el lector las obras de Sun Tzu o Karl von Clausewitz.

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