19 de enero de 2010

La hebilla

El reciente análisis del fenómeno de idiocia inversa o proyección de idiocia ha revelado la enorme utilidad de los testimonios como herramienta didáctica y descriptiva. Al relatarse en primera persona, estos casos representativos -cuando no paradigmáticos- de la pandemia pretenden una lectura cómplice que facilite la comprensión del mensaje. Convencidos de su eficacia, algunos intrépidos lectores se han decidido a utilizar el exitoso formato para relatar diferentes experiencias en el ámbito de la estupidez global.

A continuación se reproduce el primero de ellos, por supuesto verídico, tal y como se ha recibido de su autor:


"No hace ni quince días que he cambiado la correa del reloj pero, uno, que es muy manazas, se ha cargado la hebilla. Mi lógica me decía que, con ir a un relojero a que me cambiaran la pieza, sería suficiente para volver a disfrutar de mi reloj en perfectas condiciones. Pero, lo que para mí resultaba algo lógico, iba a ser para el gremio de relojeros algo insólito. "¿La hebilla del reloj? O cambias la correa entera o nada". Entretenerme en explicarles que la había comprado hacía muy poco tiempo y que estaba en perfectas condiciones, era perder el tiempo. Perplejo, pregunté: ¿Y cómo es que no es posible conseguir hebillas sueltas, como la de los cinturones, por ejemplo?. La respuesta de un taller de relojería de una gran superficie comercial fue la siguiente: Pues yo que sé, chico, porque a los fabricantes no les habrá dado por ahí.

Eso sí, no me resigno. Conseguiré cambiar la hebilla de la correa de mi reloj."

A.M., 24 años.

No hay comentarios:

Publicar un comentario